Cuando vi que había un nuevo show de Ricky Gervais disponible en Netflix, estuve muy emocionado. Cuando por fin pude disponerme a verlo (al día siguiente de esta noticia), no me emocionó realmente el nombre (no hay una justificación sólida al respecto). Tampoco a él, de hecho, como aclara al principio. Lo cierto es que, al terminarlo, corrí directo a anotar lo que me pareció más importante del mismo, sentía que tenía que escribir esta entrada al respecto lo antes posible. Eso tampoco pasó. Soy muy vago, perdón (?).
Juegos de idas y vueltas, de “sí, pero no” como el que acabé de hacer, son la especialidad de la casa de Gervais en este show y nunca parece quedar demasiado reiterativo, siempre parece tomarte desprevenido. Más allá de esto, me gustó particularmente como empezó hablando del nombre del show y tejió toda su presentación al respecto sin volver a mencionarlo. Porque de eso trata este show de Ricky Gervais: de nosotros, la humanidad. Y como nos desviamos de esa esencia.
Ricky, como ya saben quiénes lo conocen, no tiene censura. No tiene límites ni vergüenza a la hora de confeccionar chistes de ninguna clase. Lo crucial radica en que le da un giro a esto mostrando el verdadero cinismo de las personas alrededor de sus bromas. Un chiste, finalmente, no es otra cosa que eso: un chiste. No es una declaración de principios, no es una exposición de valores, es un chiste. El cinismo, la aparente crueldad y falta de humanidad que tanto le critican son, en verdad, de lo que él tanto se burla. Y por eso a tantos, muchas veces, les molesta.
Existe una diferencia muy grande entre la broma propiamente presentada y la interpretación que cada uno podemos darle. Dentro de esto entra a jugar un papel central lo que hacemos con esa broma y esa interpretación. La relevancia que le damos, la importancia que entendemos que tiene y lo que esperamos que los demás hagan con relación a esto. El error (y lo triste) está en cuando convertimos algo que debería ser para divertirse, en una excusa para promover odio.
Hago un especial énfasis acá, porque en una parte del show Gervais habla de sus bromas, de las redes sociales y la repercusión en las mismas y, si bien él lo usaba para reírse, yo –entre risas- no podía dejar de pensar en lo contaminada por el odio que está la humanidad. Porque destilar tanto desprecio, tanta prepotencia y prejuicios, no puede ser otra cosa que una bomba digital llena de odio. Cuando algo no coincide con nuestra opinión, cuando se habla de algo que no nos parece, cuando se presenta un tema que tiene más o menos importancia para nosotros en detrimento de esta valoración es cuando sacamos lo peor de nosotros. Un festival verdaderamente triste de cuan desviados estamos muchas veces de un camino tan simple como el de reír.
Gervais juega con todo y, evidentemente a propósito, le va quitando importancia entre más avanza el espectáculo. Todo puede ser desprovisto de importancia, dependiendo de cómo y para qué uno lo presente. Que no quiere decir que no sea importante, sino que simplemente a efectos de algo tan fútil como un show de stand up, en ese momento, no lo tiene. Gervais no va a redefinir a la humanidad, ni su significado o valor moral (nadie, de hecho). Solo va a reírse de ella.
Lo preocupante está cuando cualquiera siente la autoridad y responsabilidad de elevar algún tipo de valoración personal como la guía definitiva de moralidad. Juzgando, denigrando y reprobando cualquier opinión o actitud que no esté de acuerdo a sus preceptos. Los que más defienden el concepto de humanidad son quienes más lo perdieron.
Por último, después de despedirse, Ricky Gervais vuelve brevemente al escenario a hablar de su show y de por qué empezó en esto de la comedia, en esto de buscar las risas. Y este fragmento del show me resultó sencillamente genial. Porque interpretó que habla desde su experiencia, de lo que él entiende como el punto principal que se ha perdido de vista, al menos, desde lo que él hace. Y es que odiamos y enemistamos mucho, para ser seres que, eventualmente, van a morir. A todos nos va a llegar, pero se pasa mucho mejor riendo en el proceso. Eso lo hace mucho más humano.