Tengo que empezar confesándome fanático de Foo Fighters. Muy fanático. Aun así, trato de que eso no me ciegue a la hora de comentar que me pareció su último disco, Concrete and Gold. Es más, voy a empezar con mi veredicto para ser claro de entrada: para mí el grupo apunta muy alto en sus pretensiones y en tanto más lo hace, más se distancia de lo que los diferenció todos estos años, sobre todo con los que nos consideramos seguidores más fieles.
Dave Grohl visualizaba en este álbum una versión de Sgt Pepper’s de Motorhead y se encargó de presentarlo como uno de los mejores trabajos de la banda en mucho tiempo, making off mediante. Apuntó lo más arriba que pudo conceptualmente en esta producción. Pero lo que la mayoría hemos destacado siempre de esta banda está en otra dirección que, esta vez, no fue la que principalmente siguió el grupo.
Digo principalmente, porque el álbum tiene sus momentos (varios) puramente Foo Fighters y esos son los que nos encantan, pero después cae un poco en la monotonía y repetitividad, como si hubiera buscado un plus, pero sin tener muy en claro por donde hacerlo.
El material comienza bien, con T – Shirt como primer tema, cumpliendo con las expectativas y queriendo prepararnos para lo mejor. Luego mantiene un poco ese perfil con los dos siguientes temas: Run y Make It Right. Run, el primer sencillo del álbum, es un “sencillo” sencillo del grupo, sin salirse del molde y manteniendo cierta monotonía, aunque no deja de ser agradable. Por otra parte, Make It Right (que cuenta con una brevísima participación de Justin Timbarlake) presenta otro ritmo y un foco brutal en el riff. Empieza a parecerse más a FF y a dibujarse una sonrisa en los fans, seguramente algo repetitivo, pero…ese riff compensa y justifica todo (no dije que no se me iba a ir un poco la objetividad cada tanto, perdón).
El punto más alto del álbum llega con The Sky is a Neighborhood. Con un sonido impecable de guitarra y batería, bien setentoso, es Foo Fighters en toda su expresión. Es lo que queríamos escuchar, lo que estábamos esperando. Mezcla ideal entre calma y fuerza, debería ser el tema por excelencia cuando se hable de este álbum.
Con La Dee Da pasamos a darle nuevamente protagonismo a los riffs saturados, con el sello especial de la casa y la participación de Alison Mosshart. Dirty Water es más suave pero sumamente disfrutable y hasta la colocaría segunda, por detrás de The Sky is a Neighborhood. Mención aparte para Sunday Rain, primero porque cuenta con Paul Mcartney en la batería y segundo porque Taylor Hawkins actúa de vocalista: todo ser de bien quiere que se Taylor Hawkins tenga cada vez más participaciones como vocalista.
Finalmente, y para no andar en círculos con los demás temas, cierra Concrete and Gold la canción del mismo nombre, cuyo punto más fuerte son los coros y que, en apariencia, buscó imitar lo conseguido en The Sky is a Neighborhood.
¿Para que fue todo este desglose (muy difícil, por cierto), entonces? Para decir que Concrete and Gold es un álbum bueno, muy disfrutable, principalmente para quiénes seguimos a la banda desde siempre, con puntos muy altos pero que se aleja de lo que realmente conocemos y apreciamos de Foo Fighters. Intentó ser un punto de evolución para el grupo y ello resultó algo pretencioso.
Foo Fighters es corazón y es entrega. Es decir “esto somos y lo hacemos así porque es como lo sentimos y como nos nace”. Tiene sus limitaciones, pero las reconoce y trabaja a partir de ellas entregando siempre trabajos que te tocan, de una u otra manera, las fibras más sensibles. En tanto se aleja de eso, pierde un poco el norte y cae en intentos confusos y poco concluyentes. En la medida que se acerca, nos saca una sonrisa al reconocer que están ahí, es por eso The Sky is a Neighborhood brilla sobre los demás, porque no se aleja de su esencia. La esencia del grupo resumida en la primera estrofa de T – Shirt (y del álbum mismo): I don’t wanna be king, I just wanna sing a love song.